¡Qué bella ciudad es Roma! ¿Verdad? Puede que la mayoría de los que leáis esto, nunca la hayáis visitado, aunque esté más cerca de lo que pensáis.
Es una ciudad legendaria, llena de mitos y leyendas que hacen que visitarla sea un sueño, aunque para algunos pueda convertirse en una pesadilla. ¿Por qué decir eso de Roma, esplendorosa entre las ciudades? La razón básica de mi rechazo a esta ciudad, es lo efímero y a la vez intenso que puede llegar a ser el recorrer sus calles:
Cuando entras en ella, sientes como la grandeza de sus monumentos y el calor del Dios Sol te vuelven invencible, crees ser inmortal y no te da miedo nada, absolutamente nada. Transcurren unos días y ya conoces las calles básicas y entras en la monotonía y el aburrimiento de cruzar estas para llegar a las más lejanas y a la vez más bellas. El problema es que la mayoría de la gente tiene miedo a cruzar esas calles y creen que lo que hay más allá no merece la pena. Otros, por otro lado, simplemente pierden el interés de los que realmente esconde, la felicidad suprema, el edén, la fuente de la eterna juventud. Pero los que realmente quieren ver más de esta impresionante ciudad, siguen adelante y ven que todas las dificultades que surjan en el camino son pocas si tienes en mente tu ansiado premio. Si fuera por mi nunca abandonaría Roma.
El gran problema de esta metrópolis es que no puede visitarse en pocos días, tienes que poner todo tu esfuerzo en seguir admirandola. No solo sus monumentos son memorables, existen numerosos placeres para disfrutar en esta ciudad y a la vez surgen problemas que te incitan a hacer las maletas y marcharte para siempre, aunque realmente quieras estar ahí.
Sigo andando perdido por estas calles... y el cansancio me suplica que me rinda, pero no puedo hacerlo. Hay demasiado por recorrer, tantos momentos que fotografiar, tantas flores y edificios por ver. Sigo andando por Roma sólo y nunca he estado allí.
Cuando entras en ella, sientes como la grandeza de sus monumentos y el calor del Dios Sol te vuelven invencible, crees ser inmortal y no te da miedo nada, absolutamente nada. Transcurren unos días y ya conoces las calles básicas y entras en la monotonía y el aburrimiento de cruzar estas para llegar a las más lejanas y a la vez más bellas. El problema es que la mayoría de la gente tiene miedo a cruzar esas calles y creen que lo que hay más allá no merece la pena. Otros, por otro lado, simplemente pierden el interés de los que realmente esconde, la felicidad suprema, el edén, la fuente de la eterna juventud. Pero los que realmente quieren ver más de esta impresionante ciudad, siguen adelante y ven que todas las dificultades que surjan en el camino son pocas si tienes en mente tu ansiado premio. Si fuera por mi nunca abandonaría Roma.
El gran problema de esta metrópolis es que no puede visitarse en pocos días, tienes que poner todo tu esfuerzo en seguir admirandola. No solo sus monumentos son memorables, existen numerosos placeres para disfrutar en esta ciudad y a la vez surgen problemas que te incitan a hacer las maletas y marcharte para siempre, aunque realmente quieras estar ahí.
Sigo andando perdido por estas calles... y el cansancio me suplica que me rinda, pero no puedo hacerlo. Hay demasiado por recorrer, tantos momentos que fotografiar, tantas flores y edificios por ver. Sigo andando por Roma sólo y nunca he estado allí.
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