Marzo de 2003. La Administración Bush lanza un últimatum al régimen de Sadam Hussein para que se pliegue a las exigencias de la Casa Blanca. Pero nada de nada. La invasión es inminente y todo el mundo sabe que habrá guerra, por lo civil o por lo criminal. El centro izquierda europeo, incluso el centro derecha, empieza a mosquearse ante la perspectiva de una ofensiva sin el beneplácito de la ONU. Así sucede, en efecto, aunque sí que hay países del viejo continente que apoya e incluso participa en la invasión, los más importantes Gran Bretaña y España. La archiconocida Cumbre de las Azores rubricará la alianza de los norteamericanos con 'Ansar' y Tony Blair, con foto de la polémica incluida. Así pues, todo estaba preparada para una nueva función.
Los motivos ya los conocemos todos: armas de destrucción masiva, amenaza de guerra química y biológica, dictadura del partido baazista, yugo dictatorial de Sadam sobre el pueblo iraquí, etc. Bla, bla, bla, bla. Que Iraq estaba encadenada a una dictadura es tan cierto como que los amigos yanquis no pueden ir liberando por ahí a todos los países oprimidos, básicamente porque no acabarían nunca. Y es muy cínico abanderar esto como motivo de sus acciones, cuando todos sabemos que las motivaciones son bien distintas. Ya me gustaria verlos en África, pero claro, ahí no hay nada que rascar. Los medios de izquierda cacarearon mucho lo del petróleo y no es que no sea cierto, pero también hubo otros motivos. Iraq es geopolíticamente un enclave muy apetecible, encrucijada entre Oriente Próximo y Oriente Medio. EE.UU podía así colarse entre el entramado de países árabes donde bulle toda la actividad integrista y panarábica. El neoimperialismo o neocolonialismo, a diferencia del colonialismo decimonónico, es mucho más hipócrita porque se pertrecha de una serie de excusas políticamente correctas para enmascarar una actitud indecente y despreciable. Es una mentira sofisticada y fina, burda en esencia pero prolija en apariencia. Hace tiempo que los Medios de Comunicación, televisiones yanquis a la cabeza (como la Fox de Rupert Murdoch), se bajaron los pantalones para poner los huevos en la cesta del más rico, el que más les puede dar. En realidad, sin el poder de la imagen y de la opinión jamás pudieran haber disfrazar tamaño abuso de poder.
"Luchamos por la libertad", dijeron. Pues bien, veamos. Durante la guerra murió mucha gente, muchos civiles. Murieron también periodistas. Las ciudades sufrieron daños muy graves y la estructura del país quedó en escombros. Cuando ganaron la guerra, léase tumbaron a la milicia de Sadam y le echaron el guante a los peces gordos de la baraja, los americanos instauraron una democracia en el país. Esta democracia, además de no ser capaz de resolver los problemas de un país en puro estado de anarquía, es más falsa que Judas porque está cojida por los huevos. Y las pelotas las agarra la Casa Blanca, claro. La población iraquí vive en estado de sitio, temerosa y traumatizada. Nadie quiere quedarse allí, pues todo el que consigue reunir algo de dinero hace las maletas y se va a donde sea. La Guerra Civil entre suníes y chiíes es un hecho, negado de facto por los invasores norteamericanos. Iraq es hoy día un país en estado de anomia, de caos, poco menos que un polvorín. Toda su preciada actividad cultural (algo que poco gente sabe), que la convirtió en referente artístico de la zona durante muchos años, ahora se ve atropellada por la simple y llana necesidad de supervivencia de las gentes. Poco importa ya si apenas saben si mañana estarán vivos. En definitiva, una situación que era regular o mala bajo la dictadura de Sadam ahora se ha vuelto muy mala con la venida de los norteamericanos. Pese a todo, el mensaje por parte de muchos personas e instituciones no deja de ser optimista y se afirma que las cosas ahora están mejor.
La jugada les ha salido bien. Que nadie se engañe: la guerra de Iraq no es ningún fracaso para EE.UU. porque ellos tienen todo lo que querían y la guerra siempre es rentable. Y es curioso: en Estados Unidos casi nadie cuestiona la validez moral y la pertinencia de la guerra, lo que mosquea al otro lado del charco es su enorme coste. Qué despropósito. La vida sigue igual y ésta no será la última guerra que tengamos que presenciar. Vietam, el Golfo o Afganistán; mismo perro con diferente collar. Se fue Sadam, dictador con todas las letras, y cayó sobre Iraq el yugo de las barras y las estrellas. Y hoy el mundo es un poquito peor. Lo siento mucho.
Iraq: Cinco años después
miércoles, marzo 19, 2008
Publicado por Consigliere en 1:33 p. m.
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