Un puñado de neuronas

jueves, abril 03, 2008


A finales del siglo XIX Sigmund Freud revolucionaría el mundo de la psicología con su técnica del psicoanálisis. Esta práctica, fruto de muchos experimentos de hipnosis y de asociación libre, abriría nuevas y eficaces vías para el análisis de la mente humana y sus diferentes patologías. Con ello, Freud halló una nueva dimensión hasta ahora desconocida: la del subconsciente. Poco después la corriente artística del Surrealismo haría de este concepto una de sus pilares básicos. Los surrealistas, con el conocido André Breton a la cabeza, preconizaban una creación artística guiada por los sentidos y alejada de lo racional; el automatismo psíquico puro, que se zafa de la intervención de cualquier patrón estilístico o conceptual y simplemente deja fluir la inspiración.

Llegamos aquí al punto del que quería hablaros: la escritura automática. Para conseguir plasmar con verdadera libertad lo que de verdad latía en sus cabezas, los surrealistas escribían sin prestar atención a lo que hacían, inconscientemente. Abstraían al máximo sus mentes y dejaban deslizar la mano sobre el papel para ver qué salía, buscando sacar fuera aquello que guardaban dentro del subconsciente, cosas que a veces ni siquiera sospechaban que estaban allí. Se trataba de burlar cualquier tipo de coerción moral o social, lo que Freud llamaría el superego, además de la propia voluntad consciente, el yo. Al principio lo único que escribían eran garabatos pero, según parece, poco a poco iban logrando un estado de trance cada vez mayor hasta conseguir escribir palabras reales, con sentido, incluso frases también. Según ellos, así eran capaces de alcanzar verdaderos estados de inspiración artística, o en un sentido más pedagógico, de conocer deseos o conflictos ocultos en lo más profundo de sus mentes. El laberinto de la mente, un enigma que jamás resolveremos. Fascinante.

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