Reflexiono y me topo de bruces con una contradicción. Por un lado, las sociedades crecen y crecen y el descorazonado espacio urbano contribuye a enfriar todavía más las formas de afiliación, relación y convivencia, a volverlas artificiales. Como muestra valga el botón de una fotografía del metro de Madrid en hora punta o el aula de algunas universidades. Por otro lado, el concurso de las cada vez más avanzadas tecnologías achica las distancias y posibilita que podamos contactar con cualquier parte del planeta casi en tiempo real, multiplicando exponencialmente las maneras de comunicarse y acabando con sus limitaciones clásicas. Igualmente, mi nombre figura en un pedazo de plástico endurecido y con un chip identificativo y un señor en su ordenador puede mirar cuando fue la última vez que saqué Cien Años de Soledad de la biblioteca. He aquí la paradoja: relaciones humanas cada vez más precarias pero cada vez existe más información de cada uno disponible en cualquier parte. Podríamos llamarlo la Tecno-Democratización de las sociedades. A mí me da bastante miedo.
Creo que nuestra perceción, deliberadamente manipulada, cree observar un nivel de libertades que no es tal y que en realidad ellos saben muchas cositas de nosotros y son capaces incluso de orientar las opiniones. Por todo ello, cubrirse con el manto del anonimato o, más aun, engañar y hacerse pasar por otra persona es de los ejercicios más divertidos y placenteros que se pueden hacer. El excitante placer de la mentira. Ayer me pararon en la calle San Eloy para hacerme una encuesta, y como el chico por poco no me lo suplica de rodillas, aunque no tenía muchas ganas, le dije que sí. Ya conocía el procedimiento por otras veces, así que me disponía a actuar con premeditación y alevosía. Me subieron por unas escaleras a un primer piso hasta una habitación con mesas y ordenadores pequeños. Me senté en una de las mesas y empezaron a pedirme mis datos para anotarlos en una especia de formulario. El chico me aseguró que no era nada vinculante, simplemente lo hacían para darle validez a la encuesta con datos de personas reales. No es que no le creyera, que a lo mejor no, pero yo por si acaso me dispuse a ejecutar mis pensamientos. Aquel día me llamaba Pedro Martínez Barrios, vivía en el 27 de la calle Manuel García Babio, en Castilleja de la Cuesta, y mi teléfono era 954160851. Evidentemente, no tenían ninguna razón para dudar de mí, de hecho me llamaron Pedro unas cuantas veces. Después, la encuesta se hacía en los ordenadores tocando con el dedo sin que nadie viera lo que hacías. La cosa iba de aseguradoras sanitarias, asi que como no tenía mucha idea ni muchas ganas ni mucho tiempo pinchaba deliberadamente en la opción DKV, que es el patrocinador de una equipo de baloncesto que me gusta. Espero no haberles causado ninguna molestia ni haber malogrado las estadísticas, pero a fe que me lo pasé como un niño pequeño. Puede parecer una tontería, pero lo de la identidad falsa es de las cosas más divertidas que se pueden hacer en la vida.
PD: Mis jocosas pero sinceras disculpas a todos los Pedros Martínez Barrios, al nº 27 del Manuel García Babio y al poseedor de la línea telefónica 954160851.
"Hay tres clases de mentiras: La mentira, la maldita mentira y las estadísticas" Mark Twain (1835-1910) Escritor y periodista estadounidense
sábado, febrero 16, 2008
Publicado por Consigliere en 12:05 p. m.
Etiquetas: Mirando el mundo
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